5/2/12

J. Edgar

Vimos J. Edgar, de Clint Eastwood, y sinceramente, no hay mucho para destacar. En primer lugar  porque da la sensación de un film sin rumbo, una biografía a medias, ambigua, de pocos contrastes y con todo, lenta. Pero sobre todo porque la línea argumental no convence: la fluctuación constante entre vida pública y privada no es consistente con la historia de semejante personaje. Quedan aristas sin descubrir, zonas opacas, relatos inconclusos. Eastwood parece solazarse en los desequilibrios emocionales del personaje, la relación enfermiza con su madre y su homosexualidad reprimida, antes que en el despliegue paranoico de un arma (el FBI) y la ilegalidad de un poder destinados a encontrar enemigos donde los haya y donde no también. De J. Edgar acaso merezcan destacarse la recreación de época, la dirección de fotografía y el reencuentro con la obra de Clint Eastwood. No mucho más.

4/2/12

II

La mano derecha se ocupa vagamente de las palabras.
La mano izquierda vaga ocupadamente por mi corazón.

20/4/11

Lo ibérico I

Me han dicho que para leer a Savater mejor darse vuelta e imaginarlo.

Ahora que se encuentra en nuestro país y dispara “útilmente” contra el peronismo y aún contra Horacio González, no podría soslayar la franca oportunidad de poner a prueba lo dicho: que para leer a Savater mejor darse vuelta… e irse.

¡No hay tutía!

...

10/1/11

Extraídos del 'almario'

Entonces mi viejo encendía la radio temprano, muy temprano y la música como susurrando y nosotros somnolientos con los ojos todavía prendidos a la noche, antes del mate y del guardapolvo, mis hermanas y yo, cantando siempre cantandote María Elena.

...

29/12/10

I

Para sujetarte
de pies y manos
para amontonarte detrás de un puñado de palabras
para nombrarte
vida
como se nombra lo inasible
a puro gesto
para debatirte
para recordarte
no alcanzan
mapas, horóscopos, lunas
para comprenderte
no hacen falta leyes, diccionarios
catalejos ni antifaces
para sorprenderte
para gozarte
vida
no hacen falta ojos abiertos.

...

28/12/10

Rafaela

Quizás sea la única calle que en menos de treinta minutos garantiza: un churrero, un heladero y un afilador.

Cada uno con su promoción ad hoc: churro solo, relleno, berlinesas, ocasionalmente torta frita. Helado de un gusto, de dos, mixto, tacita chica, tacita grande. Afilado de tijeras, cuchillos y otros instrumentos de corte.

Dotados del mismo vehiculo: bicicleta negra siempre vieja, siempre inglesa.

Y por supuesto, sus pregones característicos. Del grito pelado o la corneta atormentada al sonido melodioso e inconfundible de la flauta del afilador.

De los tres, no hay dudas, preferimos el afilador.

Porque intuimos que el sonido de la flauta trabaja como un código, como una marca tatuada en nuestro ser social, que aunque hace tiempo no escuchamos siempre vamos a saber interpretar.



...

Dios

Dios, Dios… como si el pobre no tuviera demasiado con Haití, las favelas, las villas... en fin, las pequeñas miserias de posición.

...

'¿No podríamos escuchar música de este siglo?' (Analía dixit)



...